Les hablé de ella a mis amigos,
utilicé palabras como
agosto,
magia
o planeta
para definirla.
Cosas de poeta, me respondieron.
No hizo falta que les dijera nada,
todos supieron quién era al verla
de lejos
venir
hacia mí.
Dani Rivera
@DaniRiveraR
Ando deambulando por el filo de tu mejilla,
a veces me dan ganas de pellizcarme el brazo
o de que alguien me lance un cubo de agua fría,
y es entonces cuando me doy cuenta de que eres real
y, además, un poquito mía...
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Dani Rivera
@DaniRiveraR
en medio de la oscuridad
como un extranjero en país ajeno
y al segundo siguiente te das cuenta
de la cama en la que estás
y decides alargar el brazo
para rodear al mundo
y el brazo cae, suicida,
sin encontrar la mullida pradera
de su espalda.
Y por primera vez lo entiendes,
a eso se le llama
abrazar la nostalgia.
Dani Rivera
logró convertir su orgasmo
en un trámite burocrático
de lunes por la mañana.
Cuando terminó
se echó a un lado de la cama
y agarró su paquete de tabaco.
Comenzó a fumar
y, pese a que sabía que él lo detestaba,
el humo empezó a inmolarse contra el techo.
El chico logró articular un ‘te quiero’ sincero
y amplió su sonrisa al abrazarla.
Ella seguía a su lado, inmóvil,
sin ningún sentimiento en su cara
y con la mirada perdida en algún lugar,
vete tú a saber dónde,
pero a buen seguro
que a muchos kilómetros de allí.
Dani Rivera@DaniRiveraR
y amplió su sonrisa al abrazarla.
Ella seguía a su lado, inmóvil,
sin ningún sentimiento en su cara
y con la mirada perdida en algún lugar,
vete tú a saber dónde,
pero a buen seguro
que a muchos kilómetros de allí.
Dani Rivera@DaniRiveraR
El tren ha llegado puntual. Ella
no se quería bajar porque aún es incapaz de asumir que el cole ha comenzado. Y
que mañana tiene clase. Lo cierto es que no me gustan mucho los niños que no
son de mi familia, y menos para compartir con ellos una hora de tren desde el
asiento de al lado, pero esta niña tenía algo que me ha recordado a mi prima.
Quizá por eso ha logrado enternecerme. En un último intento ha tratado de
convencer a su madre de que mañana no había clase. Ella, que no tendrá más de
tres años. Obviamente, no le ha servido de mucho. Ha fruncido el ceño, pero ha
aceptado su cruel destino sin alzar la voz. Y madre e hija se han perdido en el
caos que envuelve Chamartín los domingos por la tarde.
Treinta minutos después, mi
cabeza asomaba por las escaleras que suben del metro hasta Islas Filipinas.
Eran las nueve y la noche invadía el cielo. Se me hacen difíciles los
anocheceres de septiembre porque siempre espero ver la luz de una tarde
veraniega y me topo con plena noche otoñal. He cruzado en rojo el semáforo que
creo que nunca he cruzado en verde. Había chicos en un banco de la calle con
dos litronas y he pensado que no me importaría ser ellos. Guzmán El Bueno aún
conserva el murmullo intenso de las noches de verano, cuando las terrazas aún
están donde deben y la gente se agolpa en la cola del mexicano o cruza la acera
para tomarse una hamburguesa en un sitio pijo de la muerte. De esos en los que
te cobran como si en vez de estar en primera línea de asfalto, estuvieses en
primera línea de playa.
Supuse que mis compañeros de piso
no estarían y así ha sido. He abierto la puerta y me ha invadido, de golpe, un
espantoso olor a soledad. He caminado por el pasillo hasta mi habitación
procurando marcar bien cada pisada. Tengo miedo al ruido que hace el silencio.
Es lo peor de estar solo. La vecina de arriba estaba escuchando Telemadrid. No
sé de qué estarán hechas estas paredes, pero espero que fuesen de un material
lo suficientemente robusto para que ahogase tus gemidos. O no. Ojalá no lo
fuese. Que se jodan. Y hablando de joder y de ti, todavía queda purpurina en mi almohada. Ha durado más que tú.
La persiana del salón estaba
bajada. No hay cosa que más me guste de Madrid que subirla y ver el edificio
de enfrente de mi casa. Me encanta la fachada salpicada de luces y la gente
haciendo sus vidas detrás del cristal. Menos mal que es cristal y no espejo
porque me asustaría ver mi vida reflejada. Las chicas del primero se han marchado
este verano. Ahora hay no se quién que no augura tan buenos momentos como los
que nos dieron ellas. He dejado que mi frente descansara sobre el cristal frío.
Me he quedado mirando a la calle con la mirada perdida en algún sitio de un
pasado sin código postal. No sé qué teleoperador me dio de alta en la madurez.
Tampoco sé muy bien cuándo fue. No recuerdo, si quiera, el momento en el que
dejé de ser un niño. Pero me estoy dando cuenta ahora.
Dani Rivera
y el corazón en quinta me pide que reduzca de una vez.
Acabo de dejarte en tu portal
y de maldecir a la puerta del ascensor
por la que siempre desapareces.
Es como el truco
de un mago inexperto,
confieso que siempre
espero a que se abra de nuevo
y que allí,
vuelvas a estar tú.
Me cruzo con el camión de la basura,
consulto en el móvil la resaca de mi ausencia,
buscando ese torrente de mensajes sin leer
que te hace creerte un tipo popular,
como si tuvieras vida social.
Nada.
No había nada,
Ingenuo de mí.
En cinco horas a nadie
se le ha cruzado mi nombre por la mente.
Me he sentido estúpido y,
en mitad de una noche de viernes,
también un poco solo.
Luego he vuelto a mirar a la pantalla.
El último mensaje era tuyo.
Un te quiero
y una carita feliz.
He vuelto a sonreír.
Por aquí todo está bien.
Dani Rivera
Hay gotas en mi ducha que quisieron ser lluvia,
los pájaros rasos cuchichean cuando pasa un águila,
todas las camas tienen envidia de la nuestra,
los espejos siempre anhelaron ser personas,
las copas ansían la silueta de los vasos,
hay rincones de la noche que pretenden ser farolas,
el metro aspira al tercer grado de los trenes,
todas las calles quieren ser de mayor la Gran Vía
y todas las ciudades, París.
Hay libros que quieren dormir en la mesilla de noche
junto a lámparas que opositan a luna,
los violonchelos desean que los violines sean su después,
las flores de plástico suspiran por rozar el viento,
los balcones que miran al asfalto quieren ver mar,
hay ambulancias con complejo de taxi,
quedan portales con depresión por soledad
donde seríamos bienvenidos
y este poema pretende titularse
‘Lo que sienten las mujeres que no son tú’.
Campanilla se vende por un billete de veinte
y un asiento trasero,
Pocahontas quiere dejar de currar en Orange
pero el alquiler no le deja,
Ariel es una historia entre cuatro millones
por culpa de una piscifactoría,
Esmeralda salió ayer del juzgado
después de robar cinco carteras,
a Jasmine la cachearon en el aeropuerto
antes de embarcar rumbo a Damasco,
Blancanieves recibió hace dos semanas
su carta de despido de la Apple Store,
Cenicienta sigue de gogó
pero nadie la ama después de las doce,
y Mulán trabaja de ocho a ocho
en el chino de la esquina.
No había suficientes salidas
para la carrera de princesa,
así que ya nadie
puede vivir del cuento.
Puta crisis.
Dani Rivera
@DaniRiveraR
para mi hermana,
Si algún día consigo cierta fama,
el día de hoy no va a pasar a la historia
como un momento esencial en mi vida.
No ha sido un día productivo,
no ha sido uno de esos en los que inventas la penicilina,
en los que haces bien y a la primera doscientas fotocopias
en los que redactas quince informes muy detallados
o escribes el poema más bonito del mundo.
Aunque yo ya sé cuándo fue eso,
lo de la fecha del poema
fue un veintisiete de enero de 1995
y su autora fue tu madre.
Y la mía.
Daniel Rivera
@DaniRiveraR
para Ester,
Jugaba a hacerme el dormido
las mañanas en las que me despertaba antes que tú
porque tenía miedo de salir a la vida
sin que tú me abrieras la puerta.
Nadie que no te importe te podrá hacer daño
así que de ahora en adelante,
que nadie te importe,
me dije antes de conocerte
y fui incapaz de estrenar un día
por el que tú no hubieses pisado.
Comprobarás que no lo debí hacer muy bien,
porque sin tus bragas en mis cajones
no sé muy bien cómo seguir adelante.
Ni sé tampoco si quiero.
¿Ves?
Era en tonterías como ésta cuando sucedía,
se abalanzaban tus labios
y me callabas
antes de que cometiera otro crimen.
Dani Rivera
@DaniRiveraR