Dicen que el romanticismo languidece
por momentos, que se pierde, que llegará un día en el que
definitivamente se extinguirá, que ahora todo se reduce a una mezcla
imperfecta de alcohol, noche y descontrol, de deslices, de Te quieros
con fecha de caducidad, de hasta luegos definitivos. Ojalá las rosas
nunca mueran y siempre sirvan para expresar lo que, a veces, las
palabras nunca alcanzan a describir, porque...
¡Que vivan los románticos! Los que
aún creen en un 'Para siempre', aquellos a los que se les acelera el
pulso cada vez que la ven, a ella, a la única. Que nunca mueran los
besos kamikazes, los que desvelan sentimientos que nadie sabía, los
que conquistan medias naranjas.
Que vivan los que creen en lo
imposible, porque no hay nada más imposible que aquello que nunca se
creyó posible. Y que desaparezcan los agoreros, los del 'Tú y ella
no pegáis', los que se ríen de los ramos de flores y de las
declaraciones de amor.
Que vivan los que aún aguardan el
momento ideal para lanzarse y los que ya lo hicieron. Seguro que se
han dado cuenta de que mereció la pena aquel amargo trago de saliva
para reunir el suficiente valor como para soltar un 'Te amo'. Que
vivan los que en el juego del amor alguna vez perdieron porque como
diría aquel “Prefiero haber amado y perdido que jamás haber
amado”.
Que vivan los que no se impacientan
porque saben que en algún lugar del mundo está esperando su alma gemela. Y
también aquellos que arrojaron la toalla, cansados de esperar,
porque tarde o temprano se darán cuenta de que por fin la han
encontrado.
Que viva el amor porque sin él no
habría románticos. Que vivan los románticos porque sin ellos no
habría amor.
Dani Rivera
Invaluable texto me has brindado compañero.
ResponderEliminarY si, el romanticismo es parte de mi, por no decir, que es un estilo de vida.