Sólo en San Valentín.
Día de rosas, día de besos, día de cartas, día de sueños,todo eso es San Valentín. Se aproximaba el deseado catorce de febrero, fecha marcada en cualquier calendario de todas las personas enamoradas del mundo, y se respiraba un nerviosismo teñido de rosa, se sentía en el ambiente que cada vez quedaba menos para que el temido día de todos los solteros llegara.
Y como cada catorce de febrero, estaba solo. Y si ya es difícil no tener a nadie especial a tu lado cualquier día del año, lo es mucho más cuando llega San Valentín. Por mí, aquel viejo reloj de dígitos rojos luminosos de mi mesa se podía detener cuando marcase las once y cincuenta y nueve horas del trece de febrero...
Pero por desgracia, todos los años, llegaba. Y te tocaba ir por la calle, como si andases entre pétalos de rosas y cajas de bombones en forma de corazón, cada paso era un martirio, cada vez que veía a una pareja besándose o grabando sus nombres en la corteza de cualquier árbol, cada vez que veía a una pareja cerrando un candado en un puente y tirando la llave al río, sentía como poco a poco, mi dolido corazón se transformaba en ceniza.
En todos y cada uno de los catorce de febrero que he vivido hasta la fecha no consigo dejar de pensar en todas las chicas que una vez tuve, en todas las que dejé y con las que me gustaría volver aunque fuese solo un día, no dejo de recordar a todas aquellas que me dejaron y se marcharon, a las que me borraron de su vida tan fríamente, a todas las chicas con las que pasé buenos y malos momentos... Quiero olvidar, pero cada día, se me viene a la cabeza todos los labios que he besado, todas las caricias que dado, todos los corazones que rompí o todos los sueños que repartí... Maldito San Valentín.
Y ahora va pasando el tiempo, la cuenta atrás comienza y estoy como estaba hace un año... Lo que más añoro es el poder abrazar a una chica, sentados en un banco y mirarla y que, cuando nuestras miradas se crucen, avergonzados, las retiremos inmediatamente y que, pasados unos pocos segundos, vuelva a ocurrir, pero esta vez, en un acto de valentía o de deseo, abrazarla más fuerte y besarla y que un beso de escasos instantes se convierta en el más largo de la historia...
Cada vez que llega la horrible fecha, me pongo a pensar y de repente, sin saber por qué, caigo en una peligrosa espiral que me hunde hacia el más profundo de mis temores, la soledad... Temo que nadie vuelva a estar a mi lado y que, cuando caiga enfermo por última vez en mi vida, al girar mi cabeza hacia la izquierda en el hospital, esperando cruzar mi mirada con alguien que me de fuerzas para seguir luchando, no encontrar a nadie... Temo morir por culpa de mi mal de amores... ¿Acaso existe el día de los desenamorados? Temo que cada año, regrese aquel condenado San Valentín y que me recuerde que, por desgracia, ya no soy feliz.
Dani Rivera
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