Anclado a tu presente.
Los focos poco potentes de aquel viejo Peugeot hacían que no se viese prácticamente nada que no estuviese a un par de metros del morro del coche. Era de noche y conducía por una carretera comarcal, rodeada de árboles, en apariencia pinos, y no me había cruzado con ningún vehículo desde que saliera de mi ciudad y me adentrase por aquella carretera semi abandonada.
Iba absorto en mis pensamientos, mientras tarareaba la canción que sonaba en la radio del coche. Me gustaba aquella sensación de libertad y, a la vez, de soledad. No tenía nada de que preocuparme. Todo marchaba bien, aunque yo tuviese que conducir aún unos doscientos kilómetros y, al paso que iba el renqueante 406, no tardaría menos de dos horas y media.
Entonces vi una figura entre las sombras de aquella noche de verano. Cuando los focos la alumbraron, giré el volante y me fui deteniendo en el arcén de la carretera. Era una chica. Llevaba una pequeña mochila y nada más. Me acerqué a ella, nos saludamos y me contó que necesitaba que la llevasen a un pueblo que era paso obligado en mi ruta hacia el norte, así que decidí llevarla. Llevaba meses perdida, perdida en un mundo que no era el suyo o eso al menos era lo que opinaba.
Entonces no me paré a preguntarme que haría a esas horas por ahí o como era que metía a la primera desconocida que viese en mi coche. Tras unos tensos primeros minutos, ella se soltó a hablar y me contó todo.
Los pinos iban quedando atrás, al igual que sus historias. A cada relato fantástico, le respondía con un “Si, venga, anda”. Me encantaba tener a alguien al lado, pensé que no necesitaba una compañera de viaje, pero me di cuenta de que, en realidad, lo ansiaba.
Era morena, ojos marrones claros y el pelo castaño la llegaba hasta los hombros. No era nada diferente a las chicas de la gran ciudad, sin embargo, ella tenía ese “algo” que me conquistó. No sé cómo explicarlo. Quizás fuera su sonrisa, su mirada, sus labios, su forma de ser o a lo mejor fue una visión en el desierto, pero el caso es que me enamoré, así de rápido, y ahora me vendría muy bien decir lo de “De la noche a la mañana”, porque fue así como ocurrió.
Llevábamos hablando tres horas, y como si fuese un acto inconsciente, aunque hoy me doy cuenta de que lo hice queriendo, aminoré la velocidad, aumentando así la duración del viaje. Me daba cuenta de que cada vez me quedaba menos tiempo, que cada minuto era uno menos, me faltaba el aire, necesitaba más segundos, lo quería saber todo sobre ella, pero me faltaba tiempo, mucho tiempo.
Y los primeros rayos de sol inauguraron la mañana, el interior del coche se volvió anaranjado y el rocío humedeció las hojas de las plantas del bosque interminable por el que llevábamos pasando las tres últimas horas.
“No sé si podré volver a encontrar a alguien que me quiera, que no me haga daño, que esté ahí cuando o necesite...” Me dijo.
En el fondo, detrás de aquella sonrisa que vi al parar el coche en aquella cuneta, se encontraba una chica que tenía miedo de algo a lo que todos aguardamos con alegría, tenía miedo de volver a sentir lo que una vez sintió por alguien que la traicionó y sin embargo...Lloró, alguien la había hecho daño recientemente
De repente, un exceso de valor me nubló la mente. Aprovechando un silencio, la miré durante unos escasos segundos y volví la vista a la carretera. Yo también necesitaba a una persona que me quisiese... Y ella me encantaba...
Me lo pensé y al final, con el corazón en un puño...
“¿Crees que tengo alguna posibilidad contigo?” le pregunté.
Ella, en vez de responderme inmediatamente, esperó. Agachó la cabeza, como si todo aquello la diera vergüenza y volvió, tras unos segundos, a incorporase.
“¿No crees que es un poco precipitado?” respondió.
“Bueno, pensé que estábamos a cinco kilómetros de separarnos para siempre...” La contesté.
Silencio, treinta segundos de incómodo silencio, esperando a que una palabra rasgase la noche. La miré y ella no me respondió. Aparqué el coche, esperando que me contestase, ya habíamos llegado a su destino, ella debía ir por el camino de la derecha, yo por el de la izquierda...
“No creo que ahora esté para eso...”
Lo comprendí pero me prometí a mi mismo una cosa...
“Me quedaré anclado a tu presente, a tu presente, para siempre... Y cuando te vuelva a ver, porque te volveré a ver, será el lugar y el momento adecuado.”
Dani Rivera
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