Que lejos queda el tiempo en el que nos parecía que las doce de la madrugada era una hora prohibida, que distante están ya los años en los que veíamos las películas infantiles, la mayoría de la factoría Disney. Creo que la mayoría de estas obras maestras perdurarán casi por siempre en la memoria y que, algunas de ellas nos sirvieron para hacernos pensar o para caer en la cuenta de algo en lo que jamás habíamos caído.
Por ejemplo, a qué chica no le hubiese gustado ser como Cenicienta, de hecho, aún hoy, tras dieciocho largos años de vida, gran parte del público femenino desearía ser como ella, tener una noche loca, que se olvidará con el incipiente sol del amanecer, actuar como si no importasen los errores que se pudiesen llegar a cometer, no pensar y dejarse llevar.
Si he de ser sincero, nunca me ha gustado este comportamiento que considero tan inmaduro, pasar rápidamente página y no recordar y que si algún día te veo, no se me ocurrirá saludarte. No soy de ese tipo de tíos, yo, por mi parte, prefiero tener una relación seria, compartir la mayoría de mi tiempo con la persona a la que amo, y reír, hablar, mirar, llorar...
Creo que estoy un poco “chapado a la antigua”, pero me encanta ser como soy y sé que jamás cambiaré por mucho que varíen las circunstancias, seguiré siendo yo, obviamente con mi gran canridad de defectos y con mis escasas virtudes, porque me gusta ser uno de los pocos caballeros que aún quedan. Pocos chicos pueden presumir de haberse leído la poesía de Bécquer o de saberse de memoria los veinte poemas de amor y una canción desesperada de Neruda... Sé que todos somos únicos, por eso doy gracias a Dios por ser quién soy, no me cambiaría por nadie, a pesar de que a veces achaco muchas cosas, tal vez demasiadas, pero cada uno debe aprender a vivir tal y como es, y no ocultarse tras una absurda capa de mentiras y maquillaje a partes iguales.
Dani Rivera
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