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La calle del olvido.



Escrito por  Dani Rivera     8/11/2010    Etiquetas: 
Llovía, o mejor dicho, diluviaba. Era un sábado por la noche, aunque aquel día ya tenía más de domingo. A lo lejos, gracias a la luz dorada de unas pocas farolas, se vislumbraba una figura, andando errante, en una estrecha y desierta calle del centro. Caminaba sola, abriéndose paso entre las heladas gotas de lluvia, con los hombros encogidos, como si no quisiese llamar la atención.

No se había cruzado con nadie, aunque eso es lo que quería, que nadie la viese, como si se tuviese que avergonzar de algo o de alguien. A cada paso que daba, se sentía aún peor, cómo si se acercase a un lugar al que nunca le gustaría ir. Intentaba olvidar, pero le era inútil, las imágenes la asaltaban como flashes en una oscura noche de invierno, una detrás de otra, no tenían sentido, no sabía que la pasaba, ella quería no recordar y sin embargo...

Recordaba. Recordaba besos, caricias, miradas cómplices que se perdían en el lejano horizonte, risas... Recordaba tristezas, engaños... Recordaba que la habían traicionado.

En otra época se hubiese refugiado en la bebida, el mejor antídoto para olvidar, pero ni siquiera se sentía ya con fuerzas y ahora se daba cuenta de que beber no era la solución. Era un absurdo y desesperado intento de no recordar, era una venda temporal en una herida que no cicatrizaría.

Durante un tiempo intentó ser alguien que no era, pretendío cambiar, trató, sin suerte, de buscar la felicidad de otra forma, hasta que, definitivamente, desistió.

Y ahora se encontraba en aquella silenciosa y desierta calle. Sentía que el sonido de las gotas, repiqueteando en el pétreo suelo, la ayudaba a calmarse. Poco antes, esa misma noche, en la entrada de una de las discotecas más populares de su ciudad, algo cambió. No llevaba ni una hora con sus amigas, pero algo, llamemoslo destino, la dijo que no entrase, que se dejase de engañar, que volviese a ser ella y olvidaría todo lo que alguna vez la hizo daño.

Y eso la condujo a estar caminando, sin rumbo fijo, entre la lluvia y a lo lejos, se escuchaba ligeramente, los ecos de una fiesta. Entonces todo cambió, cada paso era un como una suave brisa una calurosa tarde de verano, como un rayo de sol en una fría mañana de invierno, una bocanada de aire fresco que, sin duda, necesitaba.

Y mientras seguía sumergida en sus pensamientos, a lo lejos, vió a un chico, caminando igual que ella, pero en sentidos opuestos y una extraña sensación la impulsó a hacer lo que escasos segundos después hicieron. Ella no le conocía, él tampoco, pero ambos tuvieron la impresión de llevarse conociéndose mucho tiempo, como si durante los últimos años, se hubiesen estado buscando el uno al otro.

Y fue entonces, cuando se vieron, cuando los dos tuvieron la sensación de haber encontrado algo que perdieron hace tiempo y ambos supieron al instante que jamás volverían a caminar entre la lluvia por la silenciosa y oscura calle del olvido.

Dani Rivera

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